La estrategia de propaganda no sirve de nada ante un virus que no sabe de límites territoriales ni de geopolítica
Rusia, fue de los primeros países en cerrar sus fronteras con China y poner en cuarentena a los viajeros procedentes de los focos infecciosos, sus servicios sanitarios parecían preparados para combatir la pandemia, incluso se construyó un nuevo hospital a toda velocidad en las afueras de Moscú, y la propaganda no cesaba de anunciar que todo estaba bajo control.
Algo ha cambiado desde la pasada semana, Rusia batió su récord de infectados en un solo día, y casi alcanza los 200.000 infectados, con la tasa de infección más rápida, solo superada por EE UU. El nuevo primer ministro Mijaíl Mishustin dio positivo por COVID-19. Ylo que ha quedado patente es que todo tiene sus límites y de nada sirve ante la realidad de la pandemia que estamos viviendo, con la circunstancia agravada de el extraño suceso de tres doctores que en distintos puntos del país han decidido acabar con su vida arrojándose al vacío, sin una explicación satisfactoria.
Al final ha sido el presidente Putin quién ha tenido que anunciar públicamente que era “objetivamente imposible impedir que (el coronavirus) se expanda” y pidió que comprendiesen “la complejidad de la situación”. Algunas de las medidas que están tomando no difieren mucho de las de Europa, aunque todo indica que están otro estadío de la crisis, aunque es complicado de conocer, por que la cifra oficial de fallecidos es un porcentaje con la menor ratio del mundo.
Es altamente sospechoso el aumento de casos de neumonía, que según los datos disponibles aumentaron un 70% en una semana. Así las cosas lo cierto es que dos eventos claves para el Kremlin en el año han sido suspendidos, el 17 de marzo Putin aseguró que el referéndum de la reforma constitucional, sería el 22 de abril, y se pospuesto definitivamente y el desfile del 9 de mayo, Día de la Victoria, ha corrido la misma suerte.